Parecía que los huracanes Gustav y Ike estaban confabulados para abortar el renacer de la carne porcina en La Habana. William Álvarez, jefe del cebadero Dagame 2, en Artemisa, recuerda hoy que tras cesar la tormenta y observar los daños preliminares preguntó a sus compañeros de la unidad ¿estarán en peligro las 20 000 toneladas comprometidas para el actual año?.
Cuantificadas las pérdidas en sus instalaciones —la mayoría en techos— y luego de evaluarse la situación real de las 24 naves que albergan 9 000 animales, se llegó a un criterio unánime: existen condiciones para garantizar las 680 toneladas en el plan del periodo octubre-diciembre.
No en todas las unidades de la Empresa Porcina de la provincia el monto de los daños fue igual. Unas sufrieron más que otras. El impacto de los huracanes provocó en la entidad del territorio la muerte de unos 2 000 animales en desarrollo, a lo cual se unieron otras pérdidas materiales.
El momento no era de lamentos sino de agotar todas las vías, aplicar las variantes necesarias para asegurar las 20 000 toneladas y lograr un viejo sueño: rebasar las 18 848 toneladas de carne producidas en 1986, desde entonces la más alta cifra registrada en La Habana. El pasado año estuvo cerca de materializarse.
En la producción agropecuaria no existen milagros, por tanto había que enfrentar con inteligencia, creatividad y organización la inestabilidad que los huracanes provocaron en el suministro de alimentos en la red de unidades porcinas.
Pese a las adversidades ningún colectivo renunció a las cifras originales comprometidas. Es más, las ratificaron. Por eso, si bien el Plan Técnico Económico es de 19 050 toneladas, trabajadores, técnicos y dirigentes, defienden su gran meta: llegar a las 20 000.
Esta no es una disposición romántica e inalcanzable. Luis Alberto Hernández Blanco, director de la empresa, explicó a Granma que en cada caso valoraron la situación. Al cierre de septiembre habían entregado 15 973 toneladas para los diferentes destinos (balance nacional, sustituir importaciones, Mercados Agropecuarios Estatales y Comercio y gastronomía).
En las más de 4 000 toneladas que debemos suministrar en el actual trimestre —señala— el desafío mayor es asegurar alimento para esa masa.
El óptimo uso de la miel que reciben y el aprovechamiento al máximo de los de-sechos de la agricultura, que aumentaron con el paso de los ciclones, constituyen la piedra angular de esa alimentación.
La planta de pienso líquido del municipio de Artemisa, en franca etapa de recuperación tras quedar casi destruida por sucesivos huracanes, procesa tales desechos (se convierten en proteína animal) y el salcocho que les llega. Lázaro Esteban Acero, su director, muestra un ejemplo de ese avance: hoy promedia 85 toneladas diarias, volumen muy por encima de pasadas etapas.
El sostén de la base alimentaria viene del exterior a precios cada vez más elevados. De ahí la urgente necesidad de buscar fuentes alternativas a veces pocos usadas. Estas engordan al animal, lo preservan y, a la vez, reducen el costo de la tonelada de carne. En este frente abunda la experiencia para extraerle el máximo a los recursos locales.
Los especialistas porcinos de La Habana consideran que tal aporte enriquece el propósito de alimentar los animales y que estos sean sacrificados con el peso requerido.
A esos elementos añaden otros de no menos influencia como el incremento de los niveles de compra a particulares y a entidades estatales, la constante evaluación del cumplimiento de los convenios establecidos (incluyen asistencia técnica y sanitaria).
El adecuado manejo zootécnico y veterinario de los animales adquiere alta prioridad en tiempos especiales como estos, al igual que la estabilidad en la calidad del agua que utilizan las unidades.
La empresa creó estructuras municipales para acopiar toda la carne que los productores deseen vender, mediante precios favorables. Los mecanismos, asegura Luis Alberto Hernández, posibilitan que los pagos se hagan a más tardar en una semana. A veces algunas liquidaciones demoran, por determinadas razones, hasta 10 días, pero no más.
Mientras curan las heridas abiertas, los trabajadores del Porcino de La Habana no se dejan vencer; lejos de eso, crean bases para incorporar otras tres unidades y consolidar el ascenso de los últimos años, sabedores de lo que esa producción significa.